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EL PROBLEMA

           

        Atraso político en Colombia

Eduardo Suescún  Monroy

 

A propósito de la crisis nacional, cómo llegamos a estos niveles de barbarie, de pobreza, de corrupción? Las causas son varias. Pero hay una, singularmente  importante y devastadora: el atraso en que se halla  nuestra cultura política desde hace, por lo menos, medio siglo.

 Esta falla en la formación política de los dirigentes y en la formación política de la ciudadanía ha sido el handicap oculto que ha hecho fracasar a Colombia, durante décadas sucesivas, en el manejo del Estado, de la democracia y de la economía. Sencillamente porque sin una cultura política moderna y democrática, resulta imposible –algo así como una utopía- pretender dirigir y hacer funcionar esos tres grandes reguladores de la convivencia social.

Lo que tenemos aquí, imperante, es una seudo cultura política: anticuada, superficial y acrítica, no ha servido para estudiar la realidad colombiana y menos para hallar caminos de solución. Se mueve en un mundo de palabras y formas vacías, lejos del análisis, del debate, de la ética, de la responsabilidad personal y colectiva. Y cerca,  muy cerca, de la simulación y de la improvisación, como métodos de trabajo, y cuánto del soborno y de la violencia! Ha reemplazado la razón por la imagen, y a esta rinde todos sus tributos, con la creencia de que lo importante no es la expresión de la opinión pública o de la verdad de los hechos sino la manipulación de una u otra. Fundada en prejuicios y mitos (machismo, fuerza, poder) y en restos inconexos de fascismo, comunismo, neoliberalismo, esta seudo cultura ha terminado por aclimatar, de un lado al otro del espectro político nacional, con importantes y promisorias excepciones, la admiración y sumisión al más fuerte, la resistencia al Derecho, el desprecio por la realidad y por el debate, el desconocimiento del otro, la desistitucionalización del Estado y el regreso al estribillo siniestro de el fin justifica los medios.

Consecuencia de esta seudo cultura es el conservadurismo generalizado en que hemos caído (léase décadas perdidas) y que ha ocasionado, precisamente, el manejo fallido del Estado y el deterioro de nuestras instituciones democráticas, otrora ejemplo destacado en América Latina.

El liberalismo que, como lo supone su denominación, ha debido estar a salvo de ese proceso de conservadurización y luchar contra él, cayó  también en él, de manera que ha dejado de responder a su misión histórica y podría estar a punto de desaparecer, por inutilidad sobreviniente. Lo propio ha ocurrido con quienes hablaron de la utilización de todas las formas de lucha: que resultaron conservaduristas, sin saberlo y contribuyeron a la consolidación de la derecha, sin quererlo. Todo por la precariedad y atraso de nuestra cultura política.  

Han sido fallas evidentes y graves, en el campo de la idoneidad política: Falta de una formación política progresista y seria en los dirigentes y en la sociedad en general, que permitiera a los dirigentes insuflar democracia, valores democráticos, prácticas democráticas  en las organizaciones partidistas, en los medios, en la vida del país y que habilitara a la ciudadanía para hacer funcionar las instituciones con sentido de Nación y de  transformación, por encima de intereses privados subalternos. La vida política es demasiado importante, compleja y trascendente y, en ella, mal puede esperarse una actuación democrática de quien tiene una formación reaccionaria o, lo que es más frecuente y peligroso, de quien carece de toda formación política, porque esta no se improvisa sino que es el resultado de un largo  y a veces duro proceso de estudios y experiencias.   

La ausencia de crítica en la vida pública, la ausencia de estudio en la Universidad sobre el funcionamiento del Estado y del sistema democrático de gobierno, la falta de mayor libertad de expresión e información al interior de los medios, la falta de análisis de la acción y del pensamiento de los partidos al interior de los mismos, ha terminado por acabar con estos y por desvirtuar el proceso de nuestro desarrollo democrático.

Detrás de la incapacidad del Estado, del abandono del campo, del aumento de las distancias sociales y regionales, de la existencia de la guerrilla y del paramilitarismo,  de la existencia de los diversos fenómenos que conforman la crisis nacional, aparece siempre como una constante, la falta de una verdadera formación política en los  ciudadanos y en los dirigentes.

Por eso, el problema de fondo en Colombia no es de carácter económico ni militar, como se ha dicho, sino cultural: el del retraso  en que se encuentra nuestra cultura política. Atraso que no nos ha dejado crecer como país, que nos ha impedido resolver nuestros problemas y hacer funcionar, como debe ser, las instituciones democráticas y constitucionales. Y que nos hace ver desde fuera, como caso especial.

La universidad, los medios, las organizaciones y las personas interesadas en el funcionamiento de una sociedad dinámica y equitativa serían los llamados a esta tarea prioritaria de crear una conciencia política moderna y democrática en el país, que nos habilite para transformar nuestra vida pública y para superar la larga crisis nacional.

Solo entonces, cuando se viva y se respire con naturalidad una cultura política de respeto y de práctica de los derechos humanos y cuando el pueblo colombiano pueda asumir en verdad su condición de sujeto de la democracia, estaremos en posibilidad de hacer marchar al Estado y a la política hacia adelante. Entretanto, seguiremos en el pozo sin fondo del atraso político, en la agonía de este conservadurismo generalizado que hemos creado.