(Redacción de La Hojarasca) Incluso en las familias más felices suceden estas cosas. A Carlos Fuentes, escritor mexicano, autor de una veintena de novelas, algunas de ellas consagradas entre las mayores de la literatura contemporánea, como La Muerte de Artemio Cruz, le acaba de pasar. En una entrevista, con motivo de la presentación de su última novela, Todas las familias felices, (que ha escrito a los 78 años, para demostrar que siempre se es joven cuando se tiene la mano en el teclado digital, ya que hoy resultaría anacrónico decir que la pluma en la mano), le sobrevino un accidente cerebral. De otra manera no se comprende que haya soltado un despropósito que, de estar en plena conciencia de sus poderosas facultades intelectuales, jamás se le hubiera ocurrido. En efecto al formular su última pregunta el entrevistador, del diario El Tiempo de Bogotá, le plantea a Carlos Fuentes: “Usted es muy duro con Hugo Chávez, de quien dice no es un gobernante de izquierda, y lo saca de esta nueva corriente de mandatarios de la región. ¿Por qué?” Aquí parece sobrevenirle al gran escritor el accidente cerebral y responde: “Lula es de izquierda, Michelle Bachelet es de izquierda, Evo Morales es de izquierda, pero creo que Hugo Chávez es un militarote fascista emboscado que utiliza una retórica nacionalista de izquierda. No va a durar mucho porque está invirtiendo nada en lo que necesita Venezuela y gastándose el dinero del petróleo en viajes y seduciendo aliados que se ríen de él y le dan su apoyo”.
No obstante que Carlos Fuentes pertenece al mismo club que Mario Vargas Llosa, el club de Los Eternos, (de los eternos candidatos al premio Nobel de literatura) esas palabras, en boca de Vargas Llosa habrían sonado naturales, propias de un intelectual de ultraderecha. Salidas del cerebro de un intelectual que ha estado siempre en la orilla liberal avanzada del pensamiento, no nos apartan de la impresión de que, en el momento de pronunciarlas, Carlos Fuentes fue víctima de un accidente cerebral, que lamentamos.
Acontece que los presidentes a quienes Fuentes llama “de izquierda” (¿no decía Lenín que la izquierda es la enfermedad infantil del comunismo?), son amigos y aliados de Chávez y lo consideran, como ellos, un gobernante de izquierda. No le hemos oído decir al presidente Lula, ni a la presidenta Bachelet, ni al presidente Morales, que si no están seguros, al menos sospechan que su colega el presidente Hugo Chávez sea “un militarote fascista disfrazado de izquierdista”. Los mencionados mandatarios, lejos de insinuar tal posibilidad, sostienen relaciones estrechas con Venezuela, hacen tratados comerciales y de amistad con Venezuela, apoyan las iniciativas de Venezuela, como el gran gasoducto del sur, o participan de lleno en el más grande proyecto de integración regional, impulsado por Venezuela, como es el Canal Telesur. Con seguridad si los presidentes “de izquierda” citados por el autor de La Muerte de Artemio Cruz, creyeran que el presidente Hugo Chávez es “un militarote fascista”, no estarían de su lado, como no cabe duda que lo están.
Tal vez la vehemente franqueza del presidente Chávez puede no ser del gusto de algunos intelectuales que han posado “de izquierda”, y que hoy hacen maromas para sostenerse como tales y al tiempo ser complacientes servidores de los intereses imperialistas de los Estados Unidos y de las Corporaciones Multinacionales. Hugo Chávez se ha enfrentado a esas potencias y las ha desafiado. Con valor, con audacia, con inteligencia, pero sin actos, ni actitudes contrarias al ejercicio de la democracia, sin tocar “ni con el pétalo de una rosa” la libertad de expresión, que abunda en la Venezuela bolivariana muchísimo más amplia y rotunda que en los tiempos anteriores a la era Chávez. Por cierto, no ha sido de Hugo Chávez la idea de un construir un muro de la infamia a lo largo de la frontera entre México y los Estados Unidos.
Cumplir con la tarea bolivariana de integrar en una sola nación cultural y económica a Nuestra América, no es misión sencilla. No la pudo realizar el propio Libertador. Cuando Simón Bolívar comenzó a trabajar la unidad latinoamericana, y aportó, como cuota inicial, un país conformado por Venezuela, Colombia y Ecuador, las fuerzas que husmeaban en ello un peligro para sus intereses, comenzaron a moverse solapadas y mortales, hicieron a Bolívar objeto de todos los ataques, de todas las calumnias, de todas las maledicencias, hasta que consiguieron destruir su obra, desbarataron la Gran Colombia, y con ella el propósito de la unidad latinoamericana. El sueño no murió con Bolívar. A lo largo de ciento setenta años se ha sostenido como un principio que los nacidos en las tierras que abarcan desde México hasta Chile, han esperado y esperan ver cumplido. Y hoy, otro hijo de Venezuela, pone en alto el nombre del caraqueño inmortal y se lanza a la empresa temible de unir las naciones de la América Hispana. Contra Hugo Chávez también se levantan los mismos que contra Bolívar tuvieron miedo de ver arruinados sus intereses si la unidad latinoamericana se convierte en un hecho histórico irreversible.
La leyenda de que Chávez no durará mucho porque hace nada por Venezuela y en cambio despilfarra en viajes el dinero del petróleo (afirmación infantil que algunos se tragan) indica que quienes tal cosa afirman lo hacen porque ignoran la realidad formidable de la transformación que se está operando en la República Bolivariana de Venezuela, o hablan con mala fe, o confunden a Venezuela con la oligarquía de Venezuela.
Entenderíamos que un escritor (un grande escritor, sin discusión) con ínfulas de aristócrata, y empedernido campeón de la ultraderecha, atacara a Hugo Chávez; y ni aún a Vargas Llosa se le ha ocurrido decir que el presidente de Venezuela es un “militarote fascista escondido tras la retórica nacionalista de izquierda”; pero que eso lo sostenga un liberal lúcido y avanzado, no puede explicarse sino como el producto indeseable de una enfermedad cerebral repentina.
Reiteramos de corazón al genial novelista mexicano nuestros deseos porque se recupere pronto y del todo de su malhadado accidente cerebral.
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