EDUARDO GÓMEZ
Hasta hace unas décadas, la lucha de oposición democrática al capitalismo invocaba la necesidad de liquidar la explotación del hombre por el hombre y superarla, mediante la lucha por domar la Naturaleza y ponerla al servicio de la Humanidad.. Desde que surgió la nueva ciencia de la Ecología esa cuestión se hizo mucho más compleja y casi apocalíptica: ahora se trata (a mas de superar la lucha de clases) de preservar el equilibrio de las potencias naturales, sin que dejen de estar al servicio del Hombre, con el fin supremo de que nuestra especie no se extinga.
¿En qué forma se articula la Ecología con la lucha por superar el Capitalismo? Ante todo, porque el lograr un desarrollo sostenible exige una planificación racional y humanista de la economía (y eso se llama, instaurar alguna forma de socialismo democrático) con la consiguiente transformación del estado gendarme en un estado de servicio social y regulación planificada, económica y política, entre las clases sociales y con vista a su extinción, al menos como estamentos enfrentados en lucha sin cuartel. Desde un punto de vista más amplio se trata de organizar la sociedad de tal manera que pueda trascender a largo plazo, el “reino de la necesidad” e instaurar el “reino de la libertad”. Según lo plantea Marcuse en “Eros y civilización”, ya es tiempo de ir más allá, incluso de los planteamientos del marxismo clásico, el cual todavía (al menos en los socialismos hasta ahora existentes) busca orientar la economía, dándole primacía también, a su manera, a la producción de cosas y bienes de consumo, cuando se trataría más bien de buscar el equilibrio cada vez mayor entre la producción y el disfrute y el goce, poético-existencial, de esos bienes y de las conquistas asombrosas de la ciencia y la tecnología, reduciendo a lo esencial la explotación de la naturaleza y del trabajo humano. Mientras el grado de represión de los instintos (exigido por la disciplina y el sacrificio para producir y mantener una sociedad de alto rendimiento material y una civilización enmascarada en el cristianismo y los valores desgastados de la cultura occidental) continúe, el contraste entre la neurosis, la infelicidad y la frustración, de la abrumadora mayoría, con la colosal y estéril acumulación de dinero, de máquinas y bienes, no disponibles para la realización efectiva y la plenitud de los deseos, sino guardados y custodiados como “reserva” y como hipotética disponibilidad para la “seguridad” y las inversiones futuras, seguirá creciendo en forma demencial. En “El malestar de la cultura”, Freud inicia esos temas pero no logra trascender las barreras de su formación, limitada por su incomprensión o desconocimiento de un Marx o de un Nietzsche. Porque mientras la doble moral que engendra el cristianismo (originada en la imposibilidad de ser consecuentes con sus doctrinas) siga rigiendo, escondida en el trasfondo o todavía explícita y con poderes enormes (por ejemplo, el gobierno de un Bush, para no hablar de la barbarie que engendran algunos fanatismos religiosos en el oriente, etc) no es posible plantear el problema con posibilidades de lograr una verdadera superación histórica. Esa doble moral cristiana, sobrevivía aún en el socialismo del bloque soviético (cuya realidad viví en la Alemania Oriental) y alienta todavía en las secuelas de esa tradición que se prolonga en muchos partidos políticosy el gobierno de unos pocos estados.
La primera condición para un país que tome el rumbo político-social que inspiran el desarrollo sostenible y la vivencia de la economía como aspiración a la plenitud existencial, es la de renunciar a ser una “gran potencia”. Los países que han logrado una comprensión mayor de esa sabiduría son los países nórdicos , cuya figuración política mundial es muy discreta y se reduce a lo indispensable, mientras países como E.U. y el pequeño Israel se desangran y viven en la desazón y el odio que produce la prepotencia. La China actual comienza a bordear la trampa mortal del consumismo y es de esperar que su sabia tradición milenaria, haga una síntesis con lo más válido de la herencia marxista-maoista y preserve un equilibrio.
Mientras los líderes y partidos claves que dominan el mundo actual, no comprendan que la economía se vive integralmente (y eso significa que debe desfetichizarse y ponerse en función del Hombre como un ser de deseos, cuya plural realización debe equilibrarse mutuamente) la avidez destructora y la represión seguirán atormentando a la Humanidad con su violencia y poniendo en peligro ,cada vez más, su existencia. Porque no basta recuperar y preservar la Naturaleza, poniéndola al servicio de la Especie, sino que es necesario aclarar qué tipo de existencia se quiere instaurar. Para abreviar digamos que es preciso aprender a vivir con una sensibilidad profundamente ingenua. Eso significaría, por ejemplo, tener conciencia de que la conservación de un bosque sirve no sólo para combatir la contaminación , sino para pasear en él, escuchando el canto de los pájaros y el rumor del agua y los follajes; que si es deseable purificar el agua para mantener la reserva de peces y el agua potable, también lo es para volver a gozar del placer de nadar, de danzar, en la frescura de las aguas abundantes, mientras se miran las riveras verdes de un río y el cielo luminoso. En un nivel más complejo, la conservación de los animales significará, no solamente una forma de mantener reservas económicas, en algunos casos, y preservar la jerarquía ecológica adecuada, en otros, sino que también implica la posibilidad de extender y matizar nuestra capacidad de amar, afinándola y dándole una calidad cósmica, mediante el amor a todas las criaturas, que son (al fin y al cabo) algo así como hermanas menores de la especie humana. La planificación familiar servirá no sólo para fomentar la abundancia y las posibilidades de trabajo, sino para que la mujer viva su cuerpo con plenitud y libertad, lo cual significa para el hombre ganar en posibilidades de reciprocidad y goce en su relación con ella y una educación cualitativamente superior para los hijos. Los ejemplos se podrían multiplicar indefinidamente. Se trata entonces de crear una sociedad que no aspire simplemente a lo utilitario y práctico (así sea democrático y ecuánime) o a la dominación y al consumismo, sino que propicie el vivir en poesía con la máxima intensidad.
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