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COMENTARIO

 

      LA IGLESIA Y LA EXCOMUNIÓN

 

J. Mario Murillo

Se volvió a poner de moda la excomunión. Me acuerdo que hace muchos años “Calibán”, el famoso escritor de El Tiempo, fue excomulgado por  Monseñor Maldonado Calvo por haber escrito algo que no le gustó al entonces Obispo de Tunja. Pocos días después Calibán repartió entre sus íntimos estampitas que decían: “Recuerdo de mi primera excomunión”.

Y le recordaba al Obispo que sus poderes no lo asustaban; se parecían a los rayos de latón del Júpiter Olímpico conservado en el Partenón de Atenas.

En estos días el Cardenal de Colombia volvió a ejercer sus poderes. Excomulgó a los médicos que practicaron el aborto en la niña de 11 años, violada por su padrastro. Me sorprende que no haya excomulgado también al violador. Y a tantos  violadores de niños y jovencitos en los que están involucrados  ministros de la Iglesia.

La defensa de la vida es prioridad incuestionable. Pero la Iglesia está más preocupada del que no ha nacido que de los millones que ya nacieron y mueren por desnutrición, la injusticia de los hombres. Y no hay excomunión para los que matan a sangre fría.  Carlos Castaño, Mancuso, Don Berna,  y otros criminales que matan gente inocente siguen tan campantes como buenos católicos. Lo mismo los ricos explotadores que rezan en el templo después de haber cometido toda clase de ignominias.

Todo esto es una doble moral.

La Iglesia se opone a los métodos mecánicos y químicos para limitar los nacimientos, porque está de por medio la defensa de la vida. Aquí notamos una contradicción: La Iglesia ha tenido la obsesión de defender el feto, es decir, lo que no ha nacido, pero parece muy indiferente hacia los que ya nacieron y padecen hambre y miseria y muerte prematura por el hecho de estar vivos. Está muy preocupada de cómo se llevan a cabo los procesos biológicos destinados por naturaleza al bien de la especie humana pero no se compromete por esa humanidad que viola los procesos por ignorancia o por necesidad.

Doble moral cuando se declara defensora de la vida, pero bendice las armas y la guerra.

Doble moral cuando no denuncia los atropellos que comete el poderoso contra los campesinos y los indígenas y los asesinatos de  tantos líderes sindicales.

Doble moral de la Iglesia cuando condena el matrimonio de los sacerdotes y les impide ejercer el ministerio pero permite que lo sigan ejerciendo los que viven con una mujer  o con un hombre en unión libre.     

Los que cometen los mayores crímenes en la sociedad no son excomulgados, siguen dirigiendo el mundo defendidos por la religión y mostrados como modelos de la humanidad.  La Iglesia se doblega ante ellos con  vergonzosa adulación. Para ellos no hay excomunión.