Álvaro A. Bernal
No tiene talento pero es muy buena moza
Tiene buen cuerpo y es otra cosa
Muy poderosa en televisión
Tiene un trasero que causa sensación.
Willie Colón
No valía la pena realizar otra actividad. Todo parecía extremo. O frío o caliente. O aburrido o sencillamente alienante. Así pasaban las horas y los días hasta llegar al jueves a las 6 P.M. Mientras el día se opacaba y ocultaba sus colores, a esa hora, en ese segundo la luz de la ilusión surgía con inmenso gozo. Jueves, ¡bendito día! Jamás antes esperado con tanta ansiedad. El ritual comenzaba temprano, incluso una semana antes desde el jueves anterior. Ningún compromiso, agenda cancelada, cero llamadas, ninguna interrupción y silencio total. En la mañana un refrescante baño, el mejor lavado de dientes posible, el enjuague bucal de marca y el perfume de las ocasiones especiales o tal vez únicas. ¿El traje? Acaso, ¿importaría vestirse de la mejor forma? No lo sabía, pero igual lucía sus mejores galas para esos jueves vitales. Al acercarse la hora, acostumbraba a cerrar las cortinas, tomar un vaso de vino tinto y esperar. La ansiedad era su invitada. Nunca imaginó lo que significaban esos encuentros. Con el paso de los meses y los años se habían convertido en su vida misma.
¿Vivir por o para un jueves siempre? Era un alivio, un sí de paz y sosiego. Instantes previos a los encuentros la soñaba desnuda o incluso realizando las tareas cotidianas de su promocionada vida. Llevando a su hijo al colegio, pasando un mal día después de una noche de excesos o quizá en alguna de sus ceremonias más íntimas. Eran imágenes incitadoras, excitantes. ¿Cómo sería estar con ella las veinticuatro horas de un día cualquiera? ¿Qué se sentiría al rozar su cuerpo cálido en una noche húmeda? No pocas veces su mente caviló y se adormeció visualizando tales fantasías. No pocas veces gozó mentalmente de esa figura deseada por todos.
El día anterior, camino a casa, la vio en un taller de mecánica, víctima e inspiración de comentarios libidinosos y lascivos. Había sido testigo de su ascendente carrera, desde que había comenzado como una niña frívola simulando cantar en bares anónimos y bailando en grupos fugaces. Confirmó su aparente talento y su sagacidad felina cuando la vio contraer su segundo matrimonio con el magnate calvo de las comunicaciones. Le siguió su huella con mayor entusiasmo desde el momento en que estalló aquel escándalo de unas fotos y un video por Internet. Sufrió con rabia al verla sometida por su amante de turno en esa pantalla. Lo que hubiera dado por ser él… Ahora, parecía ya una estrella establecida y entronizada por todos. Estaba en todo su esplendor. Pocos días antes había declarado públicamente el éxito de su nueva cirugía estética. Eran imponentes sus nuevos aditamentos. Se hablaba de un posible tercer matrimonio con un controvertido político local. ¿La aceptaría con un hijo ajeno? ¿Qué le habría dicho después de verla crucificada en ese video? Tal vez esa truculencia lo enamoraba más, así lo publicitaba la prensa una y otra vez. Escrúpulos no existían entre esta nueva pareja.
Pero al menos él tenía la seguridad de verla cada semana sin falta, cada jueves a las 6 P.M. muy puntual como un hábito inquebrantable. Sólo una vez en varios años falló a su cita y lloró su efímera desgracia. En realidad los dos se guardaban una fidelidad ciega. Le conoció uno a uno sus vestidos importados y sus risitas fingidas de muñeca de silicona. La vio algún jueves en una falda transparente muy alta cruzando mal las piernas y admiró su elegancia y destreza para salir avante ante la comprometedora situación. Mil veces muy cerca de ella quiso tocarla. Lo hizo, ella no se inmutó. Jugó a besarla y también lo intentó. Lamentó su indiferencia. Nunca la encontró de mal humor, ella lo disimulaba muy bien. Un jueves a la 6:18 P.M. le declaró su inmensa veneración y no tuvo replica. Otro jueves a las 6:27 P.M. se atrevió a lanzarle un piropo obsceno. Ella no lo escuchó. Un lunes en la noche, a las 8:56 la observó radiante a la salida de un local de moda y quiso seguirla, caminó a cierta distancia y descubrió su jaula del primer mundo, de barrio burgués, de mujer linda y vacía. Igual él le perdonaba todo. Incontables veces durante 30 minutos gracias a ella había sido feliz.
Ese jueves, a continuación de las infaustas noticias diarias, a la hora señalada, ella tan frugal e insinuante como cada semana le susurró al oído:
--Muy buenas tardes amigos y amigas hoy en su programa Mujeres de mundo les tenemos media hora de farándula, música y noticas picantes, que a todos nos gustan, de nuestro colorido universo del espectáculo. Sean todos bienvenidos y bienvenidas, vamos a un pequeño corte de comerciales y regresamos en unos instantes, por favor no cambien de canal.
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