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Número 18, Mayo 15 de 2014
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Las sendas del haiku
El pasado 26 de Abril se lanzó el libro LAS SENDAS DEL HAIKU del escritor santandereano Germán Flórez Franco, en el Museo Antonio Nariño, en un acto muy solemne y concurrido. Estas fueron las palabras de presentación del libro a cargo de Gonzalo Bernal Leongómez:
“LAS SENDAS DEL HAIKU
Para muchas culturas milenarias la vida y la muerte estaban entretejidas, y el eros y el thanatos formaban un mismo tejido del hilo inconsútil de la realidad, así, cuando un anciano moría, le infundía un soplo al espíritu naciente del nuevo ser que llegaba a la aldea.
Hoy el mundo literario está de luto con la muerte del colombiano más grande entre los grandes, del autor de habla hispana más importante después de Cervantes, del escritor traducido a casi todos los idiomas, del creador de innumerables personajes y situaciones inolvidables que todos llevamos en el corazón pero sobre todo el hombre que hizo de Macondo y del realismo mágico un lugar maravilloso en el bello universo de las letras.
Y con las sabias y paradójicas enseñanzas de la vida y de la muerte, hoy el mundo literario de Villa de Leyva, el Macondo más cultural de Colombia, esta aldea blanca y bendita dormida en el tiempo, cuyo patrimonio más preciado han sido siempre el silencio y la paz, asistimos al nacimiento de este hermoso libro que como todos los bebés traen un canto de esperanza, en la sala de partos de este museo convertido por la magia y el encanto de su directora Viviana Arenas, además, en el sanctasanctórum de la cultura. Y estas páginas son una nueva vida que huele a historia, a filosofía, a poesía, a Zen, a colibrí, a cometa, a las flores hermosas del jardín de EL HAIKU, como se llama la casa de Stellita y de Germán, un lugar sagrado, de singular aprecio, reservado y encantado y donde mientras Germán cultiva versos, Stellita flores. Flores que no solo están en el apellido de sus maravillosos hijos, sino en las páginas del libro.
Un libro, amigos es una fragata, una alfombra mágica, la savia restauradora, el aire vital, el amigo incondicional, es como lo llamara Borges “la extensión de la memoria y de la imaginación”.
En Egipto a las bibliotecas se les llamaba el tesoro para los remedios del alma, y por eso un libro, es la medicina perfecta para curar la ignorancia. Es un camino para sumergirse muy pronto en la felicidad. Es la llave maestra para conocer el alma de su autor.
Y el autor de LAS SENDAS DEL HAIKU es un poeta y decir esta palabra tiene una carga sagrada. Octavio Paz el Nóbel mejicano de 1990, decía del oficio del poeta: “No es un hombre rico en palabras muertas, sino en voces vivas, siempre nos lleva más allá, a otras tierras, a otros cielos, el poema es un caracol en donde resuena la música del mundo y metros y rimas no son sino correspondencias, ecos, de la armonía universal”
Y que decir yo, amigos de este insigne escritor que hoy nos convoca, que nos lleva en este libro a otras tierras, a otros cielos. Desde que lo conocí, siento que es un ser iluminado por la pasión de la literatura, que se desayuna con metáforas, que almuerza con anécdotas, se toma un tinto con retruécanos, alegorías y onomatopeyas, que cena con poemas y epigramas, que sueña con haikus, que vive inmerso en el mundo mágico del arte de la palabra. Es delicioso oír todo su inagotable repertorio de figuras literarias que saca como un mago en los momentos más oportunos. ¿Qué más se puede decir de un hombre que ha hecho de su vida misma un poema y de su casa un Haikú? Y que cambió la fuerza y el poder de las armas por la magia, el poder y la fuerza aún más indiscutibles y constructivas que son la poesía y la paz. Todo se lo ha apostado a ellas y el resultado es la felicidad. Como la felicidad infinita que debe sentir un hombre que decide fiel a sus principios, ser leal consigo mismo y a su edad, enfrentarse con los berenjenales que significa en un país como Colombia hacer cultura.
Atreverse él mismo a publicar su propia obra y tan bellamente editada. Una obra que es una vida que hay que recorrerla por muchos caminos, de ahí su nombre SENDAS, “caminos más estrechos que las veredas, procedimientos o medios para hacer o lograr algo”, según reza el diccionario de la Real Academia. Sendas profundas que nos transportan de manera resumida, objetiva y clara a la historia, a la geografía, a las filosofías orientales, a la cosmovisión del taoísmo, del confucionismo, del budismo y del zen.
Otra senda nos conduce al alma, a la evolución, al corazón y a la historia del proceso, a los antecedentes, al génesis y a las definiciones de la renga, la tanka o waka, el katauta, el sedoka, el hokku, el haikai hasta llegar al haikú. Y a sus geniales maestros Bashoo, Buson, Kobayashi, Shiki, Otnisura y Taigui. Admirable ya para un occidental como Germán Flórez, aceptar los retos de analizar la profundidad y estilo con que el Oriente mira la naturaleza, con la magia con que un pintor oriental en tres trazos define un paisaje, con las 17 sílabas distribuidas en grupos de 5, 7 y 5, con que solo un artista puede, en un estado de iluminación, observar un fenómeno simple del presente, aprehenderlo y con su mirada y la simplicidad del espíritu libre y plenamente presente como solo lo puede hacer un niño, ser capaz de eternizar el momento sintetizando su belleza y su armonía.
En la tercera senda nos lleva Germán a recorrer los laberintos y los jardines de su alma de artista a través de sus propios poemas: El colibrí, La cometa, A Villa de Leyva; que nos revelan su alma de niño, de pensador, de poeta, de filósofo, de ser pensante.
Gracias, Germán por abrirnos estos caminos, por enseñarnos a desaprender la realidad y a volverla a inventar eternizando el instante, por tener la valentía de hacer poesía y cultura en un mundo que cada vez le vende más el alma al ruido, a la tecnología, a la politiquería, a la corrupción, a lo intrascendente.
Porque bien lo anota Octavio Paz: “Poesía y amor son actos semejantes. La experiencia poética y la amorosa nos abren las puertas de un instante eléctrico. Es un acto en el que nacer y morir, esos dos extremos contradictorios que nos desgarran y hacen de tal modo precaria la condición humana, pactan y se funden. Amar es morir, han dicho nuestros místicos; pero también, y por eso mismo es nacer. El carácter inagotable de la experiencia amorosa no es distinto al de la poesía”.
“La misión del poeta es cultivar la esperanza” decía Rubén Darío. Y usted poeta, en todo el sentido de la palabra, Germán Flórez Franco…con las Sendas del Haikú… no sólo la ha cultivado, juntos con las flores y los poemas de su hermoso jardín japonés, sino que a toda la cultura villaleyvana ¡nos ha devuelto la esperanza! Muchas gracias”.