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Número 18, Mayo 31 de 2014

 

 

¡A la guerra nunca más!

 

 

Escojamos la Paz y no la guerra

 

 

 

 

O escogemos el fin del conflicto de manera civilizada, o nos quedamos anclados en la barbarie de la guerra. Suráfrica, El Salvador y otros países lo lograron. ¿Por qué no Colombia?

Nunca se había llegado tan lejos, en el intento de acabar con la guerra y construir la paz:
El acuerdo entre el gobierno y las Farc sobre narcotráfico es un avance muy importante para dejar atrás la corrupción de todas las instancias de la sociedad colombiana. De las más lamentables, la corrupción de la política y de la justicia.

Que las Farc y el Eln hayan decidido un cese del fuego significa voluntad y probabilidad de terminar el conflicto.
En La Habana quedan por tratar tres temas. El de víctimas, sobre el que ya hay la idea compartida de crear una comisión de la verdad. La dejación de armas y la implementación de los acuerdos son los otros dos.

Sesenta años de guerra dejaron a Colombia a la cola del resto del continente. ¿Acaso queremos más muertos, más dolor, más ignorancia, más atraso, más corrupción y crimen?

El anhelo de la paz está en juego. El uribismo se opone porque es el que más pierde con la paz y el que más gana con la guerra.
Pierde con la paz, porque el sector rural tendrá que cambiar y el uribismo alcahuetea el monopolio de la tierra. El uribismo representa a la vieja clase terrateniente, a los ganaderos, al rico campechano que trata con desprecio al campesino. Lo quiere de soldado, de jornalero, pero no de propietario. Que los campesinos tengan más acceso a la tierra, y mejores condiciones para producir, significaría crear una clase media en el campo. Clase media cuyos hijos irían a la Universidad y no a morir en la guerra.
Pierde porque en las regiones donde el gobierno de Uribe entregó títulos mineros a manos rotas, o incentivos increíbles para que grandes empresarios se quedaran con la tierra, podrían retornar las víctimas del conflicto, los desplazados. El modelo del uribismo, el gran Carimagua (territorios vacíos de guerrilla, pero también de colonos y campesinos), no será posible con un acuerdo de paz, pues habrá que pensar en un modelo de desarrollo que sea incluyente con las víctimas de la violencia.

Con una apertura democrática el uribismo pierde, porque su poder político reside en sembrar el miedo. Si las Farc entran a la vida civil, si abandonan las armas, los uribistas se quedan sin caballo de batalla. Si no hay Farc, si no hay guerra, el uribismo se desmorona. Y florece la paz.

Si se comienza a desmontar el narcotráfico, también pierde el uribismo. Como lo demostró el escándalo de la para-política, muchos uribistas han tenido vínculos con la mafia y no pocos están en la cárcel.

Sobre la vida pública de Uribe Vélez hay demasiadas sombras. Una comisión de la verdad lo llevaría ante la justicia. Tendría que explicar sus pasos por la Aeronáutica y la gobernación de Antioquia, cuando el paramilitarismo se escaló frenéticamente; y durante sus dos períodos presidenciales, sus falsos positivos, el desmadre del DAS y el enriquecimiento ilícito de sus compinches.

Con la paz ganamos todos y Uribe pierde. Por eso su encarnizada oposición a que se culmine. Por eso se ha empeñado en la guerra sucia contra el proceso, y de paso, contra Santos, que es su artífice.
Votemos por la paz para todos los colombianos.
Reelijamos a Santos.

 

¿Qué podríamos lograr con la paz?

Con un país en paz podremos intentar:

—Hermandad entre todos los colombianos: volvería a florecer la mutua confianza, el respeto y la solidaridad.
—Garantías para ejercer una sana oposición que vigile la administración pública y desestimule la corrupción que nos roba tantos recursos. La oposición es indispensable para que haya auténtica democracia. En Colombia siempre se ha asesinado a la oposición.

—Podremos exigir que los recursos del Estado se inviertan en el bienestar y progreso del país y no en armas.
—Si frenamos y acabamos el narcotráfico, se acabará el pretexto para las injerencias extranjeras que chantajean al gobierno y a todos los colombianos. Es decir, lograríamos poner a salvo la soberanía nacional.
—Habría recursos para darle educación a la juventud.
—Habría dinero para brindar salud y bienestar.
—En vez de trochas y carreteras peligrosas, tendríamos vías de encuentro y de progreso.
—Habría más colombianas y colombianos dedicados a producir riqueza, arte y bienestar, en vez de buscar la venganza y derramar sangre.
—Podríamos llevar al país a la par con los países que ya se fueron adelante en bienestar, riqueza y creatividad.
—Podríamos exigir sagrado respeto por la naturaleza tan bella, rica y generosa, de tal manera que garantizaríamos el porvenir de nuestros hijos.

El respeto al derecho ajeno es la paz.