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Número 17, Abril 15 de 2014

 

 

 

Algo más que chigüiros

 

En boca cerrada no entran moscas

 

 

 

 

Fernando Cordovez

 

De la sala de partos La Agencia Meteorológica nos anuncia de la llegada del niño, un niño malo, malo de salud, padeciendo una deshidratación tremenda queriendo dejar sin agua al resto de sus semejantes.

 

Ya se oyen gritos o mejor chillidos de miles de chigüiros, otros semovientes y sus nuevos mejores amigos los cuervos, que contentos premonitoriamente observaban como los cauces de los ríos se desviaban, siendo testigos de primera fila del nuevo trazo por donde se pincelaba o digitaba el nuevo cauce de los ríos, cauces rojizos, aguas enrojecidas por el mercurio y sangre de diversos cuadrúpedos, bípedos, voladores o anfibios. Las pantallas pronostican ante sus ojos los nuevos cauces, para dónde va el agua y para donde no. Como quien dice tu si, tu no y yo escojo. Se armó la de Troya, los vivos; escucha uno por ahí que generalmente ganan los vivos y por supuesto cuando se ve un muerto vivo y fuera de eso ganando, como le sucedió al inmaduro Botanista Maduro con el cuento del pajarito. Como quien dice cría cuervos y te sacarán los ojos o serán peores que tú.

 

Lo que le está pasando a los chigüiros en Casanare, donde llego el niño malo y chupe pa’ que lleve, los cuervos le están sacando los ojos a los desprevenidos o mejor dicho desprotegidos chigüiros, que sin agua por debajo ni agua por encima quedaron patas arribas, ante los boquiabiertos colombianos, de los cuales la gran-gran mayoría no sabía ni coma (,).

 

Solo sabían unos pocos, como me dijo el vecino: “de que se sabía se sabía, que eso iba a pasar y eso se veía pasar con tanta venidera de aquí para allá y de allá para acá y esa cambiadera de plata de mano en mano, con tanto teje y maneje, tanta gasolina que para mover todos esos carburadores, mueva fierros pa’qui, para allá, huecos y colinas que desaparecían por arte de magia y luego aparecían en otra parte pero de diferente forma usted me entiende, y estos benditos, a punta de fierro construya semejantes torres y chupe el oscuro líquido del hueco que han hecho de la misma tierra, y déjeme decirle que con esos precios de crudo y la gasolina bien cara… los que venden la gasolina sí que sabían en lo que se estaban metiendo, dígame si no iban a saber…pregúntele a ellos, eso nadie hace nada gratis. Se firma lo que sea, se tapa hasta donde se pueda lo más probable es pase de agache y se unta al se quiera, el resto que se jodan.” Remato.
Despidiéndome, meditabundo y algo desorientado me fui alejando, aplaudiendo mi fiel paciencia, ejercitada no por propia virtud ni mucho menos cultivada o adquirida; paciencia sembrada con una de las célebres frases de mi progenitora, “recuerde que en boca cerrada no entran moscas”. Por eso tanto escozor de algunos ciudadanos al ver o saber de un semejante boqui-abierto con las patas para arriba, reconociendo a algunos paisanos o vestidos de paisanos que les gusta, siendo parte integral del negocio, dejar exponentes de las diferentes razas jeteando de la seca, y me preguntaba será por sed o gula de la liquidez.

 

En este dilema entre la vida y la muerte en el cual me hallaba, se me aparece mi madre con su frase formadora de un carácter al que llamo el propio: “recuerde que en…”, mejor no pregunto y santo remedio, las madres colombianas cómo saben de cosas para proteger a sus crías. Me puse a pensar en el mundial y rezando por Falcao alma bendita, proseguí a girar en la próxima esquina donde de pronto el pasto sería más verde y el rio menos carmesí, dejando atrás ese paisaje que me recordaba a la empobrecida Nación Áfricana, continente que encaja en uno de nuestros costados por no decir costilla. Encajamos como cucharitas. Parecemos hermanos, así a algunos no nos duela.

 

Viva Colombia eso es lo que importa. Quedamos vivos para el mundial y no matamos a nadie!