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Número 5, julio 5 de 2013
La Virgen del Carmen, una gran influencia en nuestra
comunidad
Guillermo Parada C.
Las tradicionales fiestas Patronales que se celebran en la Villa de Ntra. Señora Santa María de Leyva entre el 13 y 17 de julio de cada año, están concebidas para permitir el esparcimiento y la integración de todos sus habitantes, especialmente sus campesinos y visitantes promeseros de poblaciones cercanas. La feria equina y bobina, los espectáculos y todos los actos folklóricos, subliman la alegría colectiva en este tradicional espacio.
Pero el componente más importante es la demostración de la fe viva alrededor de la Virgen del Carmen, la Patrona y Protectora, como la llama la comunidad Carmelitana.
Encabezada y liderada por las monjas de claustro del monasterio cuya fundación data del 8 de abril de 1645, testigo silencioso de la opulenta vida de la Villa en la época de la colonia, de su decadencia republicana y de su actual resurgimiento. Y el Convento de los Carmelitas Descalzos del Sagrado Corazón de Jesús de la orden Carmelitana de España, fundado el 5 de julio de 1911 por el Padre Luis de la Virgen del Carmen y la Madre Ana Felisa de San Elías, Priora del Carmelo Villa Leyvano, por cuya insistencia ante el Provincial Español y la preparación del recinto para su sede, facilitó todo el proceso para la llegada de los nuevos religiosos que servirían a la comunidad como sus guías espirituales y a las monjas del monasterio cubrirían su solicitud más apremiante: tener nuevamente capellán que oficiaría los actos religiosos de la cotidianidad.
Nuestro gran honor es el de haber sido la cuna del Carmelo Teresiano en Colombia, relata el Padre de la orden, Rafael Eugenio Mejía Maya, quien vive en estos aposentos desde el año de 1947.
Los nuevos integrantes formalizaron la tradición de empezar las festividades del 16, con la Novena del Carmen, el Rosario y la promulgación del uso del Escapulario Santificado, protector de la familia Carmelitana:
El Escapulario del Carmen, como dádiva de la Santísima Virgen, es símbolo de una consagración. Fue la propia Madre de Dios que lo expresó, cuando dijo a San Simón Stock, en la gloriosa madrugada del 16 de julio de 1251. “Es un pacto de paz y amistad que hago contigo y con todos los Carmelitas, será manifestado por mi Escapulario, como símbolo de la consagración que me hacéis al recibirlo”. Siendo un regalo singular del amor de María y señal de confraternidad, actúa como salvación, refugio en los peligros, alianza de paz y pacto para siempre con toda la humanidad. El Escapulario del Carmen se tornó el más noble símbolo de ese amor. La propia Madre hace del Escapulario un medio para nuestra consagración a su Inmaculado Corazón, por eso le concede eficacia salvadora, dado el lugar que Ella como medianera de todas las gracias, ocupa en la economía de nuestra Redención; así lo promulgan con relevante pasión los Caballeros de la Virgen.
El fervor crece en poco tiempo y hace que algunas familias Marianas quieran hacer un mayor homenaje a María. Es así como nace la “Hermandad de Cargueros de la Virgen del Carmen de Villa de Leyva” cuya misión es la de cargar en hombros, año tras año, la pesada Imagen.
En la actualidad esa Hermandad está conformada por 24 cargueros que ocupan todas las andas y trazan el recorrido de la procesión. Todos los años de la vida y por la misma época, se reencuentran las mismas personas que con gran orgullo, fervor y compromiso mantienen esta tradición ejemplar.
La cita comienza el 15 de julio a las doce en punto del medio día a la entrada del monasterio de las monjas, donde se tiene el primer contacto del año con la remozada Imagen. Se hace su traslado hacia la Iglesia del Carmen, allí reposa bajo la mirada y admiración de centenares de feligreses. Al día siguiente y como acto central, se celebra la misa campal presidida por el
Obispo de la Diócesis, posteriormente se recorre las principales calles del centro histórico de la población. El día 17 hace su entrada de vuelta al Monasterio por otra hermandad de cargueros conformada por algunos miembros de los gremios de la construcción, ebanistas y electricistas que operan en el municipio.
De esa manera termina el ciclo de la corta pero mágica visita que eleva la fe y la esperanza de todos sus devotos. Ella se queda con una andanada de súplicas y peticiones, que seguro resolverá por amor, a lo largo del año venidero.
“Si el mar que por el mundo se derrama,
tuviese tanto amor como agua fría,
se llamaría por amor…como María,
y no tan sólo mar, como se llama”.