BIENVENIDOS A VILLAVIVAVive
Número 4, Junio 15 de 2013
Reflexiones históricas sobre la fundación de Villa de Leyva
Diego Arango
En esta era de la sociedad del conocimiento, es importante reflexionar sobre la memoria histórica y, en especial, sobre las circunstancias históricas de la fundación de Villa de Leyva, que remiten a un periodo caracterizado por diferentes cosmovisiones y epistemologías. Una tarea que desde distintos ámbitos busca aportar a la educación y formación, sobre todo, de los jóvenes. La memoria abre el camino para descubrir y conocer nuestro territorio, la madre tierra, su legado y tradición cultural.
MALESTAR FUNDACIONAL
En el año 1572 tiene lugar la fundación de Villa de Leyva, en parte como respuesta al conflicto social surgido en Tunja el año anterior. Se trataba del levantamiento de algunos de los soldados que, bajo el mando de Pedro Malaver de Silva y Diego Fernández de Serpa, habían venido desde España vinculados a sus malogradas expediciones. Se dijo que "andaban tan inquietos que daban ocasión a que se temiese alguna conspiración en Tunja (...) porque se quejaban de andar vagabundos por no tener en que ocuparse ni ganar para
el sustento". A esta protesta social se sumaron los hijos de los conquistadores, que no tenían tierras ni trabajo y carecían de recursos. Para los tunjanos era una situación inquietante y peligrosa que ameritaba una pronta solución.
Un malestar social que se agrava cada vez más y que, como señala Ernesto Porras C., en su artículo “La difícil relación entre Villa de Leyva y Tunja durante la Colonia (1) , lleva a que Andrés Díaz Venero de Leyva, presidente de la Real Audiencia, atemorice la ciudad y ordene varios ahorcamientos públicos. Así, pues, “entre el 29 de marzo y el 17 de abril de 1572, Venero de Leyva, acompañado por el fiscal de la Audiencia, licenciado Alonso de la Torre, se aparece sorpresivamente, y de noche, en Tunja. En los 15 días que allí estuvo, condenó a muerte a 5 personas, aquietó de nuevo la ciudad [y luego propuso] “la formación de filiales villetas donde los alzados apaciguaran su revuelta”.
Con respecto a lo anterior, hay que tener en cuenta que veinte años atrás, en la sesión del Cabildo de Tunja del 15 de mayo de 1551, el alcalde Domingo de Aguirre había propuesto que se mudara y fundara de nuevo la Ciudad, cerca de Saquencipá en el valle de Sáchica. Para tal fin, se conformó una comisión con el alcalde Domingo de Aguirre, el provisor Pedro García Matamoros, Juan López, Juan de Avendaño, Pedro Corredor, Pedro Rodríguez de Carrión, Pedro Bravo de Rivera y Pedro Quiralt. Si dicho traslado se hubiere cumplido, Villa de Leyva no existiría en la zona actual.
Los acontecimientos en Tunja representan, sin duda, un incentivo para fundar una nueva villa. Los comisionados oficiales, el corregidor de Justicia Mayor de Tunja y Vélez, Hernán Suárez de Villalobos, el alcalde ordinario de Tunja, Miguel Sánchez, y los regidores Francisco Rodríguez y Diego Montañez, viajan al valle de Saquencipá. Declaran que es el lugar más cómodo y conveniente y el 12 de junio de 1572 firman el Acta de Fundación.
SAQUENCIPÁ, TIERRA SAGRADA DE LOS MUISCAS
No sobra recordar que, hace más de 10 000 años aproximadamente, cuando la última glaciación, la región ya estaba habitada. Hubo tres períodos de poblamiento: el de los cazadores-recolectores, el proto-agrícola, y el de las aldeas, diferenciado en Muisca Temprano y Muisca Tardío. Estas últimas basadas en sistemas de producción agrícola, la alfarería, la orfebrería, los tejidos y el mercadeo de los excedentes.
Los muiscas concebían el territorio como “árbol genealógico” vivo, donde cada espacio, montaña, valle, piedra, planta y particularmente río y laguna constituía el hábitat de fuerzas vitales esenciales. Saquencipá significa: la fuerza de la noche- El sitio escogido para la fundación era un lugar sagrado en donde quedaban las Cucas -bohíos, santuarios, cuyo nombre significa "Casa Santa"-, y un centro astronómico y meteorológico donde se reverenciaba al Sol.
En el cacicazgo de Saquencipá, que se extendía por las dos márgenes del río hoy conocido como Cane y la parte baja del Suta hasta Sorocotá y colindaba con la zona sagrada de Iguaque, estaba el santuario de Monquirá, que los españoles bautizaron como el “Infiernito. El arqueólogo Eliécer Silva Celis (1999) plantea en sus investigaciones, que en el lugar existía un observatorio "astronómico-meteorológico, en donde se rendía culto a la fertilidad y a la fecundidad. Según algunos análisis de carbono 14 se precisa una antigüedad de I y II milenios A.C." (Informe de la UPTC). En el sitio aparece cerámica de los períodos Muisca Tardío y Temprano.
Ahora bien, si se da crédito a un documento de 1595 en el que don Pedro Cacique de Saquencipá y don Diego Cacique de Monquirá dicen que tienen derecho a unas tierras que lindan con Sorocotá, llamadas Cavara, Pavachoque (2) y con una lomita yrvita que heredaron de sus padres (3) ; se entendería que Saquencipá se extendería hasta Sorocotá.
Al momento de la fundación de Villa de Leyva en 1572, se describió el paisaje de Saquencipá de la siguiente manera:
“Tierra más llana que doblada de lúcido migajón, buen cielo y temple…al pie de unas escarpadas y peladas breñas, cerca de la boca de una famosa montaña que corre al norte, sin contarse más de veinte leguas de abundantes, dulces, claras y saludables aguas, de buenos caminos y que no hay malos ríos ni pasos malos”. (4) ”
Fray Pedro Simón, en su obra Noticias historiales de las conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales, escribe sobre la fundación:
“…el corregidor luego que recibió los despachos, y tomando la vuelta del poniente de la ciudad, en compañía de Miguel Sánchez, alcalde ordinario, y de Francisco Rodríguez y Diego Montañés, regidores, llegaron al valle que llaman de Saquencipá, por un pueblo de indios de ese nombre, que estaba poblado en él, cuatro leguas de la ciudad a la parte dicha, tierra más llana que doblada de lucido migajón, buen cielo y temple (…). Y pareciéndoles a propósito para la población, escogieron en él un sitio llano al oeste y casi al pie de unas escarpadas y peladas breñas, cerca de la boca de una famosa montaña que corre al norte, sin contarse más de veinte leguas de abundantes, dulces, claras y saludables aguas y todo lo de más importante a los edificios del pueblo. Y así lo fundaron… ”.
En los documentos de Fundación se dice que: “…en el dicho sitio y lugar donde están los cardones y unas matas altas del suelo y arbolillos pequeños, tomaban y tomaron la posesión de la dicha villa de Nuestra Señora de Leiva, en el cual dicho sitio y lugar con las dichas espadas que tenían en las manos, desenvainadas en señal de la dicha posesión (…) cortaron las dichas ramas y se pasearon en el dicho sitio en nombre de Su Majestad, declarándola por villa y aldea sujeta a la dicha ciudad de Tunja y por de Su Majestad (…) asimismo con una espada desenvainada, añadiendo fuerza a fuerza y firmeza a firmeza, de la posesión de la dicha villa y fundación (…) se hizo luego un mojón de raíces de cardones y piedra y se puso, y mandó ponerse luego una cruz alta en señal de la dicha posesión y de todo lo demás …” (5)
La Fundación desencadena, entonces, conflictos entre los indígenas y los encomenderos de Tunja y los sacerdotes dominicos, puesto que se les asignaron tierras en el territorio sagrado muisca de Saquencipá. Recordemos que el 7 de marzo de 1537, Jiménez de Quesada había entrado al territorio muisca rumbo a las tierras del Zipa, por el extremo noroeste de este territorio. Entre el 7 y el 12 de marzo de 1537, pasó por Sorocotá, el valle de Monquirá, Suta y Tinjacá. Posteriormente todo el territorio, dentro de la nueva división administrativa colonial, quedó bajo la jurisdicción de la provincia de Tunja y del corregimiento de Sáchica.
Una vez fundada la villa de Nuestra Señora de Leyva, el 12 de junio, se señalan plaza y solares y extensiones de tierra, sin tener en cuenta las tierras cultivadas de los indígenas y si eran suficientes para albergar toda la gente. Se incluye un inciso de previsión, mediante el cual, en cualquier tiempo, cuando conviniere más al servicio de la Corona, podría ser mudada la dicha Villa a otro lugar, por cualquier Justicia y Regimiento que tuviere la ciudad de Tunja.
Según el historiador Alberto Corradine: “Otálora inicia la formación de un Libro de Fundación, en el cual incluye los autos de la Real Audiencia, y otro documento muy curioso que fue dirigido a los Virreyes, Presidentes y Gobernadores con las instrucciones que deben cumplir para fundar villetas y pueblos en el Perú, diferentes de las ciudades principales, el cual parece haber guiado en muchos aspectos las determinaciones finales del comisionado, sobre todo en lo relativo al tiempo mínimo de dominio que debería ejercer cada vecino beneficiado con solar en el asiento de la villa, con huerto en sus inmediaciones y con tierras dentro de la jurisdicción de la misma, para asegurar en plenitud su derecho”. (6)
El 15 de junio de 1572, a los tres días de la fundación, Bernardino Mojica presentó ante el Cabildo la solicitud para que no se fundara Villa de Leyva, “por considerar que tal fundación iba en detrimento de Tunja”. (7) Sin embargo, el 12 de agosto, la Real Audiencia encomienda al Contador Real, don Juan de Otálora, la comisión de revisar todo lo actuado y tomar las determinaciones más convenientes para asegurar la perpetuidad de la Villa. El 14 de diciembre se ratifica la fundación y por un Auto especial se declara que está bien escogido el sitio inicial.
En diciembre se elabora el primer plano de Villa de Leyva, en el cual se indican las veintisiete cabezas de familias beneficiadas con solares. Es el plano más antiguo que se conoce en Colombia, correspondiente a la fundación de una ciudad o villa.
Seis meses después de la Fundación, en un documento se cuenta que: “a veintiún días del mes de diciembre de mil y quinientos setenta y dos años, ante el ilustre señor Juan de Otálora y por su mandato, estando en medio de la plaza pública de esta villa, se hizo un agujero en ella, y en él fue puesto e hincado un estante alto para rollo y picota en que fuesen ejecutados y castigados los delitos y pecados públicos, el cual dijo que mandaba y mandó poner porque esta dicha villa, como villa a ella sufragana (sic) y sujeta a ser de jurisdicción de la dicha ciudad de Tunja…”,
Luego, se dijo que : “considerando el servicio que a Dios Nuestro Señor y a Su Majestad se sigue de la fundación de la dicha villa, y el remedio a los españoles y naturales della y de su comarca, por ser como es la parte y lugar y asiento a donde la dicha villa está fundada, el mejor de todo este Reino, y más excelente para conseguir la salud humana, en ser temple no frío ni caliente, y tierra dispuesta e aparejada para coger en ella como se cogen y dan todas las frutas de castilla, y desta tierra, que se dan en todas las partes deste Reino, y lugar de mucha abundancia de aguas y leñas y muy buenas, y los demás materiales para el edificio y ornato, sustento y permanencia de dicha villa, e visto asimismo que la tierra que les está adjudicada y repartida a los vecinos de él, es la mejor que hay en todas estas partes de las Indias y en los reinos de España, para pan coger, porque todo lo que en este Reino se coge, lo mejor de él es de aquel valle, y que en las dichas tierras los vecinos de aquella villa y en cada un año cogerán de veinte mil anegas de trigo para arriba, de que se seguirá un bien general y universal para todo este reino y distrito de esta Real Audiencia, y visto asimismo que un cuarto de legua dela dicha villa están descubiertas ha muchos días minas de plata muy buenas, las cuales con la fundación della, se han de seguir, labrar y beneficiar, porque ha muchos años que están descubiertas, y por no haber tenido efecto la dicha fundación, no se han beneficiado hasta agora, de donde se espera grandísimo crecimiento de aumento los quintos reales e mucho remedio e aprovechamiento para todos los vecinos estantes e habitantes deste reino”.
El 19 de diciembre, Otálora señala los ejidos y el 29 de ese mes, la Real Audiencia imparte su aprobación a todo lo actuado por éste. La presencia de numerosos grupos indígenas en toda la región limitaba
el número de los posibles vecinos de Leyva. Corradine, en el artículo ya mencionado, anota que "este último aspecto fue el más criticado, pues se ofrecieron tierras a tantas personas que no podrían caber en toda la comarca circunvecina, al decir del Contador Juan de Otálora". (8)
Otálora repartió 215 fanegas de sembrados entre nueve personas de las que se habían avecindado en la Villa como labradores, “y dio por Ejido común a la dicha villa, toda la tierra que hay desde una barranca bermeja, y unos robles que están en una quebrada de agua al pie de la sierra desta villa, a la banda del monte, pasando un cerrito pequeño de piedras hasta más abajo del Molino de Juan Barrera, corriendo el río abajo, desde la dicha quebrada hasta debajo de donde están medidas la postrera acera de las cuatro aceras de huertas, frontero desta villa, camino de Saquencipá, y de allí, atravesando al cerro de las piedras, camino de Saquencipá y Monquirá, y todo el dicho cerro de las piedras, aguas vertientes, a una banda y a otra y el cerro arriba hasta donde fenece en un cerrito gordo, camino de Tunja”. Y exigió: que en el año siguiente se tenían que edificar las casas y que en el mismo año “cultiven las huertas y que ni las vendan ni las truequen”.
El 28 de enero de 1573, Otálora convoca a la Justicia y Regimiento y vecinos de la nueva Villa para que se junten en su Cabildo a concejo abierto. Expone la necesidad urgente de levantar la iglesia y pide que se les exija a los caciques de los pueblos circunvecinos, una cuota de ayuda para la construcción del templo.
El historiador Germán Colmenares, en su obra La Provincia de Tunja en el Nuevo Reino de Granada (1984), planteó que, en mayo, algunos vecinos de Tunja declararon que los ´beneméritos´, es decir, los descendientes de los conquistadores, debían ser preferidos a los nuevos pobladores en el otorgamiento de solares, huertas y estancias de la Villa que debería fundarse. Los colonizadores se quejaron de que la fundación ordenada estaba siendo obstaculizada y objetaron a los vecinos de Tunja que para recibir solares deberían avecindarse en la nueva fundación.
Se determinó entonces anular el anterior repartimiento de solares, huertos y tierras en su totalidad, y se procedió a elaborar un nuevo listado de vecinos, discriminándolos en dos grupos: casados y solteros, a los cuales agregó los nombres de unos pocos encomenderos de Tunja y Vélez. Los nuevos vecinos fundadores de la Villa sólo alcanzaron a sumar 27 cabezas de familia . (9)
DEMANDA POR LA FUNDACIÓN
Como se dijo al principio, la fundación originó conflictos con las comunidades indígenas, los encomenderos de Tunja y los sacerdotes dominicos, puesto que la asignación de tierras contravenía la prohibición de las disposiciones de las Leyes de Indias sobre la propiedad territorial de los indígenas. Esto llevó a una fuerte resistencia indígena frente a la presión sobre sus tierras y a las exigencias de mano de obra y de tributos al ser expulsados hacia las vertientes.
El cacique de Sáchica y su encomendero García Zárate, acusan ante
la autoridad real las actuaciones de Otálora. Se quejan de "que por
causa de su proveimiento hizo muy grande agravio y perjuicio a sus
tierras y labranzas que de tiempo inmemorial habían tenido y
poseído (…)se hizo muy grande agravio y perjuicio a sus tierras y
labranzas que de tiempo inmemorial a esta parte habían tenido y
poseído y tenían y poseían".
Así, pues, la fundación da pie a la primera demanda indígena por violación del Código de Indias. En 1572, Don Luis de Iguaque, por medio de otro memorial a la Real Audiencia, pide el "despueble de la Villa". Se presenta un
reclamo de las comunidades indígenas de Saquencipá, Sáchica, Suta y Monquirá a la Corona española, en el sentido de que la fundación de Villa de Leyva violaba las Leyes de Indias, promulgadas por Carlos V, en 1542, que prohibían "hacer esclavos a los indios y arrebatar/es sus bienes... y no se tomara nada contra su voluntad'.
La política oficial de la Corona "era que los pueblos donde se debían asentar los muiscas debían tener acceso a terrenos adecuados para la agricultura”, pero con la fundación se continuaron los atropellos iniciados por los conquistadores a las ideas y valores culturales de los indígenas, así como a su derecho de propiedad colectiva sobre la tierra.
Según fray Alberto Ariza, en La Villa de Nuestra Señora de Leiva: “La Cédula de 15 de julio de 1559 dispuso: para la fundación de poblaciones se eligieran sitios adecuados, en clima sano, tierra fértil, abundantes aguas, de buenos pastos para los ganados, pero “no se tomará nada de los indios contra su voluntad” (Cf. BHA, n. 167, 1925). Aquí sólo se tuvo en cuenta la bondad del sitio, pero se procedió como sobre tierras baldías, atropellando a los indios que las tenían en adecuada y necesaria explotación..”. Igualmente dijo que: “Los dominicos doctrineros en el valle de Saquencipá, no asistieron a la fundación de la villa para no autorizar con su presencia al atropello a los indios, cuyas tierras en adecuada explotación, fueron ocupadas, y repartidas a los advenedizos, sin indemnización alguna.”
Por su parte, en la providencia del presidente Venero de Leyva que ratifica los autos del Corregidor Otálora, se dice: "a los indios no se les han tomado ni quitado tierras de que reciban notable daño, ni a sus encomenderos
ningunas labranzas". En julio de 1573 confirmó la fundación, pero instruyó a
Juan de Otálora para que “anulara los proveimientos de huertas que se hicieron el mes de junio, teniendo en cuenta el desorden creado por su desatinada repartición”. (10)
El 14 de diciembre de 1573 en la Constancia de la comisión cumplida por Otálora: “aunque todo Saquencipá, Monquirá, Sáchica, Suta y las demás tierra comarcana despoblada de indios, vecinos y encomenderos, no sería lo bastante para dar a tantas personas como avecinaron en la Villa”.
En 1574, el oidor Francisco de Auncibay, encargado de atender
estas demandas, constata que las adjudicaciones se habían hecho
desconociendo los legítimos derechos de los indígenas y que,
efectivamente, en Saquencipá no había tierras desocupadas para los
españoles. Don Juan de Castellanos se compadece y condena los
atropellos denunciados, pero opina que en Saquencipá deben
dejarse unos doce o veinte españoles para "que no quede
despoblada de españoles".
Los frailes dominicos de los pueblos vecinos, entre ellos el superior
de Tunja, exponen que se devuelvan las propiedades arrebatadas a
los indígenas y además se oponen a la fundación de Villa de Leyva.
El procurador de la Villa, don Diego de Gómez Caballero, señala que
terrenos arriba de Saquencipá existen espacios desocupados que
pueden ser utilizados para el traslado de la Villa. Continúan los
reclamos y denuncias de los indígenas, y se inicia un transitorio y lento traslado de la Villa al otro lado del arroyo, en terrenos abajo de los aposentos, donde tenía un molino el encomendero Barrera.
Juan de Castellanos declara que “se ha causado grave perjuicio a los indios por el reparto de las tierras a los españoles (…) en este asiento de Saquencipá pueden colocarse hasta 15 o 20 labradores, hombres llanos, virtuosos y casados, que no tengan ganados en demasía, para que no quede todo despoblado de españoles”. (11)
“Usan los españoles cautelas
Dignísimas, señor, de gran enmienda:
Abusos, desvergüenzas, corruptelas.
De que las Indias son pública tienda;
No son perros que ladran, sino lobos,
Que viven de rapiñas y de robos
De cuantos allá viven se destierra
El peso, la razón y la medida;
Y el simple natural de aquella tierra
No tiene libertad ni tiene vida;
Pues manteniendo paz le hacen guerra,
Le quitan la mujer y la comida;
Al pacífico , llano y al más manso
A este le da menos descanso". (12)
_________
“Y ansí fue que los hombres que vinieron
En los primeros años fueron tales,
Que sin refrenamiento consumieron
Innumerables indios naturales:
Tan grande fue la prisa que les dieron
En uso de labranza y metales,
Y eran tan excesivos los tormentos
Que se mataban ellos por momentos”. (13)
El 15 de enero de 1575 Don Sebastián Cacique de Sáchica y sus capitanes Sisatoque, Siatama y Suta, en nombre propio y de los indios del repartimiento, del cual es encomendero Diego García Zárate, dicen que se les ha causado grave daño con el reparto de sus tierras a los españoles que los han atropellado y robado; son 600 indios que piden la devolución de sus tierras. (R. Que vengan al estrado del Comisionado). El Oidor nombra por defensor de los sáchicas al encomendero García Zárate, quien jura y toma posesión.
La Real Audiencia ordena una nueva visita al corregidor Jove; este
examina la región, verifica las afirmaciones de los vecinos y acepta la
propuesta de traslado "no sin antes conocer que la mayor parte de los
primeros pobladores habían abandonado el lugar y renunciado a las
tierras otorgadas, mientras que el número de los aspirantes se
había aumentado sensiblemente".
Villa de Leyva surge como centro de poder, los pueblos de indios
quedan bajo su jurisdicción. La mano de obra indígena ya no
concurre a concentrarse en Tunja, lo hace en Leyva.
En 1575 la Villa se trasladó de la ribera norte de la quebrada a la del
Sur, al sitio al frente del actual Parque arqueológico de Saquencipá.
En 1577, cinco años después de la primera fundación de Villa de
Leyva y cinco años antes de la segunda, y como complemento a
las Capitulaciones que ordena a la Iglesia imponer la religión a la
fuerza, Juan de Alvis, escribano de cámara del Rey Felipe con
su mandato y con acuerdo del Presidente y oidores de la
Audiencia y Cancillería real, ordena requisar los santuarios y prohibir los ritos y ceremonias de los indígenas El cacique de Turmequé, Diego de Torres, presenta el primer memorial de agravios contra los encomenderos por los
atropellos y torturas contra los indígenas; denuncia el
incumplimiento de las cédulas reales, el fraude en los tributos y el
engaño con las encomiendas.
El oficio es pregonado públicamente en todos los mercados e iglesias antes de la misa en las poblaciones de Saquencipá, Iguaque, Monquirá, Sáchica, Suta, Cucaita, Sora y otras.
Numerosos templos y bohíos donde se hacían las ceremonias de
culto y se guardaban las ofrendas son quemados, junto con las
piezas de ofrendas y culto que no son de oro: mucuritas, vasijas,
mantas, mochilas, ídolos de algodón y palo.
En 1578 el cacique de Turmequé, Diego de Torres, presenta el primer memorial de agravios contra los encomenderos por los atropellos y torturas contra los indígenas; denuncia el incumplimiento de las cédulas reales, el fraude en los tributos y el engaño con las encomiendas
El 2 de mayo de 1582 el procurador general de la Villa, don Diego Gómez Caballero, eleva una solicitud de visita. El Corregidor y Justicia Mayor de Tunja, capitán Antonio Jove, conoce las nuevas protestas y demandas. La Real Audiencia ordena una nueva visita al corregidor Jove; este examina la región, verifica las afirmaciones de los vecinos y acepta la propuesta de traslado “no sin antes conocer que la mayor parte de los primeros pobladores habían abandonado el lugar y renunciado a las tierras otorgadas, mientras que el número de los aspirantes se había aumentado sensiblemente”. (14)
En el Archivo de Indias, Audiencia de Santafé 88, se dice que el corregidor Jove pide que, atendiendo las justas causas alegadas, se mude la Villa (al actual sitio) “ por ser mejor y más sano.” Luego, es aprobado por el Cabildo y la Audiencia de Santa Fe. (15) Mediante un auto se ordena el traslado de la villa al actual emplazamiento y se ordena la elaboración de un nuevo plano con la indicación de los nuevos beneficiados. En el plano aparecen los nombres de unos 120 adjudicatarios, además de dos conventos, San Francisco y Santo Domingo, y casas de Cabildo y carnicería. Se asignan solares a los caciques de Saquencipá, Monquirá y Suta y a un indígena yanacona llamado Diego Yaya y dos solares para los molinos de Francisca Morales; el número de manzanas crece considerablemente, este sería el segundo plano más antiguo.
Las principales razones invocadas para propiciar el traslado son: “la disposición de la tierra, asiento y aguas ser muy conbenyentes para los hedificios por ser los materiales muy perpetuos… el sitio donde al presente está el dh pueblo está dispuesto para coger mucha cantidad de trigo”.
Villa de Leyva surge como centro de poder, los pueblos de indios quedan bajo su jurisdicción. La mano de obra indígena ya no concurre a concentrarse en Tunja, lo hace en Leyva.
Segunda fundación de la Villa
El 10 de mayo 1582 se hace el acta de la nueva fundación con el
nombre de Villa de Nuestra Señora de La Candelaria. La jurisdicción
de Villa de Leyva abarcó administrativamente el territorio de Ráquira,
Suta y los pueblos vecinos, extendiéndose por el occidente hasta los
páramos de Tinjacá y Chiquinquirá, y por el norte hasta la región de
Moniquirá.
Acta de la fundación
Anto. Jove escribió: “ En el nombre de la Santísima trinidad, Padre hijo y Espíritu Santo, tres personas y un solo Dios verdadero que reina y vive para siempre sin fin amen. Estando en la sierra de la nueva población de la Villa de Nuestra Señora de La Candelaria, que es en el valle de Saquencipá jueves diez días del mes de mayo de mil e quinientos e ochenta y dos años, estando en la plaza que se ha señalado para la dicha Villa, el muy ilustre Capitán Antº. Jove, Corregidor y Justicia Mayor de la ciudad de Tunja, Vélez y Pamplona y de esta dicha Villa y de la Villa de Sanxpobal y sus términos y jurisdicción por Su Majestad por presencia de mi Martín de Lucuriaga, Escribano de su majestad real y su Notario Público y del número y Cabildo de la dicha ciudad de Tunja del Nuevo Reino de Granada de las Indias, el dicho nuestro Corregidor tomó una espada desnuda en la mano y dijo que para su servicio de Dios Nuestro señor y en nombre de Su Majestad el Rey don Felipe nuestro señor, mudaba y mudó la dicha Villa al sitio y lugar que tiene trazado, mandaba y mandó que los vecinos estantes y habitantes en la dicha Villa se muden al dicho sitio y lugar y en él planten y edifiquen sus casas y moradas y hagan sus casas donde mandó que estén y vivan como en Pueblo de Su Majestad y para que su real justicia sea ejecutada y los delincuentes castigados, en medio de la dicha plaza hizo poner y puso un palo hincado en el suelo el cual sirva de rollo y picota y que la dicha Villa y pueblo conforme a la primera fundación y reedificación sea como hasta hoy ha sido y de jurisdicción de la dicha ciudad de Tunja; y estando en el dicho sitio e lugar de la dicha plaza con la dicha espada desnuda y alta en la mano dio y tiró una cuchillada al dicho rollo, lo cual dijo que hacía e hizo en señal de posesión y para adquisición de posesión e guarda del derecho, patrimonio e corona real, en cuyo real nombre lo ha mudado e muda según y conforme a los aditamentos y condiciones contenidos y declarados en la primera fundación y reedificación e que agora de nuevo tomaba e tomó posesión en nombre de Su majestad y de su real corona, declarándola por Villa y aldea sujeta a la dicha ciudad de Tunja y a la Justicia Mayor y Cabildo de ella, con todas las cláusulas y aditamentos y gravámenes qué desde agora tiempo fueron señalados y declarados para que la dicha justicia y Cabildo de la dicha ciudad nombre y señale al Justicia y otros Oficiales de República que hubiere de hacer en la dicha villa como hasta aquí lo han hecho y según que lo tienen de costumbre, sin que se le atribuya a la dicha Villa más jurisdicción de aquella que fuere ordenado y se ordenare, proveyere y mandare por las dichas Justicias, Cabildo y Regimiento de la dicha ciudad de Tunja en nombre de su majestad, así como los que al presente son como los que adelante fueren y así conste de presupuesto, el dicho señor Corregidor con la dicha espada desenvainada añadiendo fuerza a fuerza y firmeza a firmeza de la posesión que en nombre de su Majestad de la dicha Villa y fundación y reedificación ha tomado y toma y en servicio de ella y d otro auto que corporal y judicialmente hizo, mando hacer y que se haga una cruz alta y que se ponga frontero del sitio y lugar donde ha de ser la Iglesia mayor de la dicha Villa y de cómo la dicha posesión de la dicha Villa de Nuestra Señora de Candelaria ha tomado y toma quieta y pacíficamente sin contradicción de persona alguna, pidió e requirió a mi el dicho Escribano le dé por fiel testimonio, de como en nombre de Su Majestad en su real nombre y por Villa y aldea de la dicha ciudad de Tunja y sujeta a la jurisdicción de ella, toma y aprehende la dicha posesión por aquella vía e forma que dé derecho mejor lugar haya, e yo el dicho Escribano certifico y doy fe que el dicho señor Corregidor tomó e aprehendió la dicha posesión a la manera dicha y sin contradicción de persona alguna lo mejor que yo o el se entendiese, siendo testigos presentes Crno. De Mojica Guevara y Antonio Cabrera de Sossa y Hernán Rodríguez Mosso y otras muchas personas, vecinos de la dicha ciudad de Tunja y de esta dicha Villa y el dicho señor Corregidor lo firmó.
Luego dijo que “por cuanto en cumplimiento de la condición con que esta dicha Villa se fundó que parece haber sido con aditamento de poder mudar en otra parte y lugar de más utilidad y provecho en salud y aprovechamiento de los vecinos y pobladores de ella…”
Martín de Lucuriaga: dijo: Los vecinos de esta villa de Nuestra Señora de Leiva que aquí firmamos nuestros nombres los que tenemos solares y huertas y suertes de tierras en este dicho asiento, donde al presente está poblada y fundada, decimos que de nuestro pedimento y del Procurador General de esta villa se ha pedido y suplicado a v. M. mandase mudar y pasar dicho pueblo de la otra banda de la quebrada, por ser el sitio y asiento donde se pretende mudar, tierra dispuesta y aparejada para edificios perpetuos y V.M. administrando justicia en el caso ha mandado que se pase y mude y que este dicho pueblo y asiento donde al presente estamos se pueda sortear entre los vecinos de esta dicha villa que la han sustentado y para que en todo haya cumplido efecto el tenor de dicho auto, por tanto por la vía y forma que más de derecho hubiere lugar hacemos dejación de su Md. de los solares y huertas que así tenemos y poseemos labrados y por labrar en este dicho asiento y pueblo desde el pie de la sierra y nacimiento del agua que pasa por la plaza desta dicha villa hasta dar al molino y acequia del dicho molino de Hernando Barrera y desde la quebrada hasta alinderar con tierras de Sebastián Ruiz y Alonso Pérez, y el pedregal abajo hasta la acequia del dicho molino de Hernando Barrera la cual dicha tierra en la reedificación de esta villa señalo para repartir solares y huertas con tanto y ante todas las cosas V.M. mande dar por ninguno e ningún valor y efecto los dichos solares y huertas y suertes de tierras que en cualquier manera e por cualquiera justicia y cabildo se haya dado y proveído a personas particulares, vecinos y no vecinos de esta villa que han labrado y edificado y hecho vecindad por cuanto conforme a las ordenanzas desta villa y autos y pregones todo ello queda vaco y como tales vacos declare V.M. y con tal aditamento y condición que si por cualquiera vía no hubiere la mudada de dicho pueblo que tenemos en si cada uno de los solares y huertas que así tenemos y poseemos y con esta dicha condición hacemos la dicha dejación y con que los que tenemos edificado, labrado y cultivado y sustentado en este dicho pueblo seamos preferidos en la mejoría de las dichas suertes que se hubieren de hacer en la dicha tierra y se nos acreciente en mas cantidad conforme a lo que cada uno tuviere hecho, labrado y cultivado. Ansí mismo suplicamos a V.M. se tenga atención con los primeros pobladores y reformadores de esta villa y los que dejó señalados y nombrados el señor licenciado don Diego de Narváez, Oidor que fue de la Real Audiencia que vino a la visita desta dicha villa con que no se entienda con las estancias que están fuera de los linderos dichos, pedimos y suplicamos a V.M. así lo provea y mande con éstas dichas condiciones que referimos se sortee la dicha tierra entre los dichos vecinos y personas que han de asistir a ella y sobre todo pedimos justicia y para ello.
Franº Anto Pérez, Polo Ribera, Duarte López, Alonso Pérez, Diego López de Castiblanco, Sebastián López de Castiblanco, Juan López, Francisco López, Francisco Machado Serrano, Hernando Mozo, Ger. De Moxica Guevara, Sebastián Ruiz, L. Antº Oetegón, Pº. López, Juan R. Matamoros, Pº. Ruiz, Joan Hidalgo Nieto, Joan Agustín del Castillo, Leonor de Mendoza, Tomás Castellanos, Jhoan Falcón, diego María Ruiz, Hernán Fonseca, Juan de Piñeros, Simón Ruiz, Andrés López, Elias de Zárate, Hdiº. De Rojas, Joan M.º Abila.
CONFLICTOS CON TUNJA
En 1583 se presenta el primer conflicto con Tunja; desde su fundación, la Villa estaba sujeta a ella, pertenecía a sus términos y nombraba alcaldes y regidores; además, sus tierras eran de los encomenderos de Tunja. Ese año, el procurador general de la Villa, Salvador de la Hoya, se queja ante el Cabildo de Tunja y alega que los nombramientos, por parte del Cabildo, de personas ajenas a la Villa se “hace en desmedro de la Villa;” y como “una rivalidad económica” dado que en la Villa se cosechaba trigo en abundancia y de mejor calidad y por eso acudían allí las recuas de los comerciantes y no a la ciudad de Tunja”. (16)
El territorio se convierte en la despensa del Nuevo Reino de Granada; despensa centrada en la producción de trigo para lo cual se establecen 27 molinos ubicados estratégicamente en los cursos de las principales fuentes de agua. El paisaje físico y cultural cambia radicalmente, ya no por “procesos físico-bióticos” sino por la introducción de valores de uso de la tierra ajenos; se reemplazan los productos tradicionales (maíz por trigo) y se desarrolla un tipo de agricultura mediterránea que altera los ecosistemas y su geografía cultural. Se inicia un proceso ininterrumpido de destrucción de los bosques nativos para dar lugar a la creación de hatos ganaderos, la siembra de trigo y cebada y responder a la alta demanda de maderas para la construcción que exigen los nuevos asentamientos. La tierra se transforma en elemento de poder y la sociedad indígena declina por el impacto de las epidemias de viruela negra, por la producción y el auge del trigo.
La intensa y despiadada explotación de los recursos naturales y la introducción de sistemas agroculturales ajenos a las condiciones biológicas, ecológicas y culturales, producto de una" visión antropocéntrica y mercantilista" (J. Molano,1990) hacen que ya, en el siglo XVIII, los cultivos de productos exógenos decaigan, esterilicen los suelos y se produzca una crisis económica, que cambia sustancialmente la vida de la región.
Pese al resultado de la demanda por la fundación, las tierras invadidas nunca fueron restituidas a los indígenas y en 1592 surgen los Resguardos de Indígenas. Las primeras comunidades que recibieron las tierras del Resguardo fueron, en 1595, las de Chiquinquirá, Moniquirá e Iguaque. Las comunidades indígenas enfrentan muchos problemas debido a los intereses de los latifundistas por sus tierras.
Han transcurrido 441 años desde la fundación; ahora Villa de Leyva aspira a ser Patrimonio de la Humanidad.
1-Conferencia en el Primer Encuentro de Historiadores en Villa de Leyva, organizado por el Centro de Estudios Históricos de Villa de Leyva en el año 2000. Ernesto Porra es doctor en Filosofía y Letras, investigador del Departamento de Literatura Colombiana e Hispanoamericana del Instituto Caro y Cuervo.
2- Pavachoque es un lugar que se incluye en la delimitación del resguardo de Suta en 1593 AGN: C.I. T #:328-342.
3- AGN Tierras Boyacá T 10: 37 y que los de Suta se las quitaron.
4- AGN. Colonia. Fondo Visitas Boyacá. Legajo 7. Folio 562v.
5- ACTA DE FUNDACIÓN. Este documento reposa en el Archivo Histórico de Tunja
6- Alberto Corradine: “Fundación de la Villa de Leyva y su Desarrollo”, en:“Villa de Leyva: Huella de los Siglos, Bogotá, 1986.
7- C,1572, 15 de junio, 177 y 179 r. Ernesto Porras C.: La difícil relación entre Villa de Leyva y Tunja durante la Colonia.
8- A. Corradine, Fundación de la Villa de Leyva y su Desarrollo" en: Villa de Leyva: huella de los
siglos." Bogotá, 1986.
9- Lista de las personas a quienes se distribuyeron huertas o tierras en la Villa.:
Juan García de Casasola, Jerónimo Maldonado, Pedro Ibáñez, Andrés de León, Juan garcia Manchado (uno de los primeros descubridores y conquistadores de este Reino), Fray Vicente Requexada, el Capitán Gregorio Suárez, Juan Alemán, Gonzalo Rodríguez, Diego Hernández, Mateo Gualtero, Juan Durán, Diego Agudelo, Antón de Lepe, Miguel de Partearroyo, Pedro Gómez, Juan de Orozco, Alonso Domínguez, Francisco Martín de Sirena, Francisco Pérez, Pedro Hernández, Joanes de Aspeytia, Simón Rodríguez, Fernando de Rojas, Pedro Rodríguez de Carrión, Doña María de Sanabria (viuda), Luisa de La Torre, Juan de Mayorga, Diego García Zárate, Antón de Santana, Diego Alfonso, Cristóbal de Estrada, Juan Pérez, Francisco r. de Morales (hijo de Francisco Rodríguez), Juan de Arciniégas.
10- Gabriel Camargo. Fundación y Proceso de Villa de Leyva. Boletín de Historia y Antigüedades
11- Declaración de Juan de Castellanos, en la Villa el 20 de enero de 1575
12- Juan de Castellanos: Elegías de Varones Ilustres. También, el dominico Fr. Antonio de Montesinos, en 1511, lanza la primera protesta contra los explotadores de los indígenas, posteriormente lo hacen fray Bartolomé de las Casas y fray Pedro de Córdoba .
13- Fray Pedro Simón: Noticias Historiales de las Conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales. Guachetá. Libres de Tunja.
14- A. Corradine: Fundación de la Villa de Leyva y su Desarrollo en: “Villa de Leyva: Huella de los Siglos.” Bogotá, 1986.
15- Archivo de Indias. Audiencia de Santafé, 88.