Una reunión ratonil

Mario Lamo Jiménez

I

Algunos ratones del bosque decidieron agruparse para enfrentar los múltiples problemas que los aquejaban. Por tal motivo decidieron convocar a una reunión ratonil para enfrentar unidos toda una serie de dificultades que los tenía al borde del abismo, las cuales iban desde la falta de comida hasta una familia de gatos que se había instalado sin pedir permiso en medio del bosque.

Fue así como Fulana de la Inmaculada Concepción, se tomó la libertad de anunciar la reunión y cuarenta ratones, muy puntuales, se alisaron sus bigotes, engrasaron sus colas y se dirigieron presurosos a lo profundo de la madriguera mayor para discutir cómo poner punto final a sus problemas.

El primero en hablar fue el ratoncito Sutano, un ratón blanquinegro muy bien hablado, poseedor del único diccionario que había en esas tierras.

“Yo propongo, repongo y compongo que saquemos un comunicado firmado con nuestras garras digitales, condenando a la familia de gatos por haberse devorado a Mengano, Mangano y Mongano”.

“Un momento”, dijo Perencejo, “yo no era pariente ni de Mengano ni de Mangano ni de Mongano, creo que el comunicado debe decir que los condenamos por devorar ratones. Y punto”.

“Plenamente de acuerdo”, dijo doña Fulana, “propongo que sólo se propongan cosas en las que todos estemos de acuerdo”.

Entonces habló Fulano de Tal, un ratoncito de gafas conocedor de todos los recovecos del bosque y reconocido por su sabiduría.

“¿Y cómo vamos a saber si todos estamos de acuerdo en algo antes de que se proponga?, y perdonen que meta la cucharada”.

“Muy fácil”, dijo doña Fulana, “yo les daré una lista de cosas en las que todos estamos de acuerdo y sólo se podrán hacer propuestas sacadas de esa lista”.

“Brillante”, dijo Sutano, “la apoyo y la repollo”.

“Mejor dicho no se podría haber dicho”, exclamó Perencejo, “no hay que crear divisiones en el grupo con propuestas que puedan causar divisiones”.

39 cabezas y 78 orejas asintieron de una, a excepción de Fulano de Tal, quien tuvo la osadía de preguntar: “¿Y podrían explicarme cuál es la fórmula mágica para saber que estamos de acuerdo antes de que estemos de acuerdo?”

“Divisionista”, dijo Fulana.

“Individualista”, gruño Perencejo.

“Malabarista”, exclamó Sutano.

“Ya que la mayoría está de acuerdo que lo que yo diga es en lo que estamos de acuerdo, por votación de 39 a 1, queda establecido que queda prohibido estar en desacuerdo”.

Una lluvia de aplausos llenó la galería, pues palabras tan brillantes sólo merecían las mejores ovaciones. Desanimado, Fulano de Tal se salió de la reunión, dejando atrás la algarabía. Y era tanto el ruido que hacían, que los 39 ratoncitos restantes no notaron cuando la familia de gatos se coló en la madriguera y se dio con ellos una tremenda y suculenta cena.

Moraleja: A veces es buenos escuchar a las personas con quienes no estamos de acuerdo.